Entre el 30 de mayo y el 1 de junio se celebró el primer congreso “Córdoba legendaria”, organizado por la Fundación Antonio Gala. Una de las ponencias más sugerentes y hondas del programa estuvo a cargo del P. Miguel Ángel González, ocd, prior de los carmelitas descalzos de Alba de Tormes y Salamanca y director del Museo Carmus. Su intervención, titulada “La felicidad en los místicos”, nos ofrece una perspectiva luminosa sobre la alegría interior que emana de la unión con Dios en figuras tan esenciales para la tradición carmelitana como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.
En su charla, el padre Miguel Ángel recorrió la biografía y los textos de ambos místicos para mostrar que su felicidad no depende de las circunstancias externas, por difíciles que sean, sino que brota del amor profundo que los une a Dios.
La felicidad en san Juan de la Cruz
El conferenciante recordó que Juan de la Cruz pasó por grandes pruebas físicas y espirituales —infancia de pobreza, cárcel en Toledo, incomprensión—, y sin embargo, a su paso por la historia y los recuerdos que dejaron quienes le conocieron, siempre se resalta su alegría. Cantaba por los caminos, gastaba bromas afectuosas a los enfermos y novicios, animaba a quien estuviera triste. Como él mismo escribió, cuando el alma está en unión con Dios, «anda como de fiesta» y encuentra en todo deleite, incluso en la noche oscura que es purificación y encuentro.
En sus obras —Cántico espiritual, Llama de amor viva—, san Juan de la Cruz explora una felicidad que es fruto del amor. Así, el lenguaje del deleite, la música, el gozo y la ternura son para él los signos externos de una realidad inefable que solo puede expresarse por el “lenguaje del callado amor”.
La felicidad en santa Teresa de Jesús
Por su parte, santa Teresa de Jesús vivió también una felicidad que contagió a quienes la rodeaban. Como cuenta el padre Miguel Ángel, desde joven entendió que la alegría es inseparable de la entrega a Dios y a los demás. “Esta casa es un cielo para quien se contenta de contentar a Dios”, escribió a sus monjas. Rechazaba la tristeza como un obstáculo para la verdadera unión espiritual, e insistía en que la verdadera alegría surge de saberse habitado por el Amor que es Dios.
Los testimonios de quienes la trataron —Ana de San Bartolomé, María de San José o el P. Jerónimo Gracián— hablan de su presencia apacible y cercana, siempre sonriente, llena de un gozo interior que nada podía apagar.
Una felicidad que invita
La gran lección que nos queda es que, para los místicos carmelitas, la felicidad es fruto del amor a Dios vivido sin reservas, un amor que transforma y se desborda en alegría compartida. Como concluyó el padre Miguel Ángel González, tanto san Juan como santa Teresa muestran que el camino del amor es también el de la verdadera dicha.
Te invitamos a ver la ponencia completa en el video que compartimos a continuación.