Teresa de Lisieux: un itinerario de madurez humana y espiritual

En el centenario de su canonización

(17 de mayo de 1925 – 2025)

Tal día como hoy, un 17 de mayo, hace exactamente cien años, el papa Pío XI canonizaba a una joven carmelita francesa que había vivido tan solo 24 años y que, al morir, no dejaba más que unos cuantos cuadernos manuscritos, unas cartas y recuerdos humildes. Sin embargo, aquella joven, Teresa de Lisieux, había comprendido y vivido algo tan esencial al cristianismo que su “caminito” —como ella lo llamaba— se reveló enseguida como una senda de luz para millones de creyentes.

Hoy, en el centenario de su canonización, vale la pena volver a mirar su vida desde una nueva perspectiva, no solo como testimonio de santidad, sino también como un ejemplo admirable de madurez humana y espiritual profundamente entrelazadas. Ese es precisamente el enfoque de una reciente tesis de maestría defendida en la Universidad Carolina de Praga por Petr Týfa, que explora la correlación entre la madurez psicológica y la madurez de la fe en la vida de Teresa de Lisieux. A través del análisis de siete acontecimientos clave en su biografía, el autor muestra cómo en Teresa el crecimiento afectivo, relacional y psicológico se fue dando en paralelo a un proceso profundo de configuración con Cristo.

¿Se puede ser santo siendo tan joven?

Una de las objeciones que recibió su causa en sus inicios fue precisamente la de su corta edad: ¿cómo podía hablarse de “madurez” en una joven que no alcanzó los 25 años? ¿No era su piedad infantil e idealizada? ¿No confundía la sensibilidad con la santidad? A esto responde la tesis de Týfa con una aproximación metodológica precisa: Teresa maduró aceleradamente, sí, pero realmente. Su personalidad, inicialmente frágil y dependiente, fue transformándose gracias a una serie de experiencias que obraron en ella una profunda conversión del corazón.

Siguiendo la teoría del psicólogo James Fowler sobre el desarrollo de la fe, y combinándola con criterios de madurez personal (como los del psicólogo Cuskelly), la tesis muestra cómo Teresa va atravesando distintas etapas —afectivas, racionales, espirituales— hasta llegar a una síntesis sorprendente en sus últimos años: una fe universalizante, libre de apegos, entregada sin condiciones al amor y a la vivencia del sufrimiento desde un sentido redentor.

Siete momentos de crecimiento interior

La tesis identifica siete “acontecimientos frontera” en la vida de Teresa. En cada uno, se puede observar un salto cualitativo, no solo en su experiencia de fe, sino también en su manera de enfrentar el mundo y a sí misma:

  • Enfermedad y curación por medio de la Virgen: De niña sufrió una grave enfermedad psicosomática que la dejó debilitada. La recuperación, atribuida a una sonrisa de la Virgen, le hizo percibir la ternura maternal de Dios. Sin embargo, aún era extremadamente dependiente emocionalmente.
  • Gracia de Navidad (1886): A los trece años, una herida emocional doméstica provocó una transformación interior inesperada. Por primera vez, Teresa venció su hipersensibilidad y asumió una actitud madura ante el sufrimiento. Ella misma lo interpretó como una intervención directa de Jesús: “Jesús hizo en mí lo que no pude hacer en diez años”. Desde entonces, se abandonó a Dios con una confianza nueva.
  • Oración por Pranzini, el asesino condenado: Esta acción, aparentemente sencilla, marca su apertura radical a la salvación de los demás. Ya no solo quería ser buena ella; quería que otros también llegaran al cielo, y asumía su responsabilidad intercesora.
  • Dolor por la enfermedad mental de su padre: El declive de Louis Martin, su “Rey querido”, desmoronó la imagen ideal que tenía del mundo. Teresa afrontó el sufrimiento de una manera nueva: unida a Cristo sufriente, sin perder la paz ni la confianza. Aquí comienza a integrarse afectivamente el misterio del dolor.
  • Profesión religiosa en el Carmelo: Ya no como una niña deseosa de entrar “cueste lo que cueste”, sino como una joven consciente de su entrega, con una libertad creciente, Teresa se consagra a Dios con plena aceptación de sus límites.
  • Acto de ofrenda al Amor Misericordioso (1895): Esta es una de sus experiencias más decisivas. No se entrega al sufrimiento, sino al Amor. Teresa descubre que el verdadero centro de su vocación es el amor que Dios desea recibir. Y se ofrece como víctima de ese Amor.
  • Prueba final de fe en la enfermedad terminal: Durante la tuberculosis que la llevó a la muerte, Teresa vivió una noche oscura de la fe, sintiéndose incluso tentada por la desesperanza. Sin embargo, no se aferró a consuelos, sino que permaneció fiel, confiando contra toda esperanza. Aquí alcanza una fe madura, desnuda, unida al Cristo del Huerto y de la cruz.

Crecer como persona, crecer como creyente

El gran mérito de este análisis es mostrar que la madurez de la fe no es un añadido a la vida psicológica, ni una evasión, sino que la transforma y la purifica. En Teresa, la confianza en Dios no anuló su sensibilidad, pero la liberó de sus cadenas. La espiritualidad no sustituyó su humanidad, sino que la sanó desde dentro.

Así, por ejemplo, su vivencia como “hija de Dios” no fue una fantasía compensatoria, sino una fuente real de seguridad emocional que la liberó de la necesidad de aprobación. Su aceptación del sufrimiento no fue masoquismo, sino un modo de vivir el amor hasta el final. Su amor a los demás no fue una forma de dependencia, sino una entrega generosa que conocía sus propios límites.

El resultado fue una persona psicológicamente equilibrada y espiritualmente unificada, capaz de amar, de decidir con libertad, de asumir su pequeñez sin complejos ni victimismo. A esto se refería Pío XI cuando la proclamó la santa más grande de los tiempos modernos.

¿Qué nos dice hoy Teresa?

En una época marcada por la fragmentación, la ansiedad y la búsqueda de autenticidad, el camino de Teresa —sencillo, confiado, radical— resuena con fuerza. Su vida muestra que la santidad no es perfección sin heridas, sino madurez en medio de ellas. Que la gracia de Dios no anula lo que somos, sino que nos humaniza más plenamente.

Y quizás, cien años después de su canonización, su mayor legado sea precisamente ese: enseñarnos que se puede ser santo siendo profundamente humano. Que la madurez cristiana pasa por hacerse pequeño, pero no inmaduro; humilde, pero no servil; confiado, pero no ingenuo. Y que todo eso se aprende, como ella misma lo vivió, en lo cotidiano, paso a paso… en un pequeño camino.


Fuente: TÝFA, Petr. Korelace mezi zralostí víry a zráním osobnosti na příkladě Terezie z Lisieux. Diplomová práce, vedoucí Červenková, Denisa. Praha: Univerzita Karlova, Katolická teologická fakulta, Katedra systematické a pastorální teologie, 2024.


2 respuestas a “Teresa de Lisieux: un itinerario de madurez humana y espiritual

  1. Me ha parecido muy interesante este trabajo en el que se relaciona la madurez humana con el crecimiento espiritual en santa Teresa de Lisieux con criterios y teorías psicológicas como las de James Fowler y Cuskelly.

    M. Rosa Elosúa de Juan

    1. Muchas gracias, Maria Rosa, por hacernos llegar este comentario. A pesar de la dificultad de la lengua checa, gracias a los medios de traducción actuales, hemos podido adentrarnos en parte en este interesante trabajo de investigación. Saludos muy cordiales.

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