Teresa, de la rueca a la pluma

ESTUDIOS

La Madre Teresa de Jesús no solamente escribía cartas sin cesar desde 1561 hasta pocos días antes de su muerte. También necesitaba que este medio de comunicación decisivo en su proyecto fundador, la correspondencia epistolar, llegase a los destinatarios. Para ello recurrió a todas las posibilidades del sistema posta de su tiempo.

Para Santa Teresa, la santa mística por excelencia, la santidad no consiste en las gracias místicas, sino en la práctica de las virtudes, concretadas en el amor a Dios y al prójimo; es más, pone especial énfasis en el amor al prójimo como señal cierta del amor a Dios. Por eso se pasó la vida haciendo el bien a los demás como podemos comprobar a través de su epistolario. Es ahí donde descubrimos una santa muy humana.

Teresa de Jesús nos ha dejado en sus cartas su mejor retrato, pues se trata de una escritura que no nace por mandato ni para ser leída por censores, sino que va directa al receptor, con quien puede mostrarse con transparencia. En este artículo nos centramos en tres aspectos de su personalidad: es persona de fuertes contrastes, dotada de gran capacidad de relación, y mujer experta en el uso de las técnicas del lenguaje para conseguir sus fines.

Acercamiento al epistolario de Santa Teresa de Jesús con el objetivo de evidenciar aquellos aspectos que forman parte de la vivencia interior de su autora, así como del proceso de crecimiento y maduración que va aconteciendo en la vida cotidiana. La plenitud de la vida mística no sólo no se aleja de la realidad, sino que encuentra su plenitud y desarrollo en la vivencia de lo cotidiano, con todas sus limitaciones, retos y problemas.