Teresa de Jesús y La Regenta

teresa y anaLa revista literaria Clarín se suma al homenaje a Teresa de Jesús. Acaba de publicar su último número (Año XX • Nº 116 • Marzo-Abril de 2015), que se abre con un artículo dedicado a la conexión entre Ana Ozores, la inolvidable protagonista de la novela La Regenta, de Leopoldo Alas «Clarín», y la santa de Ávila.

La autora de este trabajo es la profesora Rosa Navarro Durán, catedrática de literatura de la Universidad de Barcelona. Rosa Navaro es autora (entre otras muchas publicaciones) de La vida y la obra de Teresa de Jesús contada a los niños (Ed.Edebé). También es comisaria, junto a Juan Dobado, de la exposición sobre Teresa de Jesús La prueba de mi verdad, en la Biblioteca Nacional de Madrid, que ya ha sobrepasado las veinte mil visitas, y que permanecerá abierta hasta finales de mayo.

Ofrecemos el comienzo del artículo y remitimos a los lectores interesados a la revista Clarín para leerlo completo o descargarlo:

Santa Teresa de Jesús y Ana Ozores. Un coloquio de dos almas a través de los siglos

Clarín tenía en su mesa —o en su memoria— las Obras de Teresa de Jesús al crear a su Ana, a su inolvidable ente de ficción. Así fue desde el comienzo, porque en el capítulo IV de La Regenta, el de las lecturas formadoras de la adolescencia de su protagonista, el narrador nos cuenta que a sus quince años, Ana, huérfana de madre —como Teresa—, y con un padre lector (que le prohíbe leer novelas al igual que el de Teresa de Jesús no quería que leyera libros de caballerías), descubre las Confesiones de San Agustín:

Un día de sol, en Mayo, Ana, que se preparaba a una vida nueva, por dentro, cantaba alegre limpiando los estantes de la biblioteca en la quinta […]. Vio un tomo en francés, forrado de cartulina amarilla; creyó que era una de aquellas novelas que su padre le prohibía leer y ya iba a dejar el libro cuando leyó en el lomo: Confesiones de San Agustín.
¿Qué hacía allí San Agustín?
Don Carlos era un librepensador que no leía libros de santos, ni de curas, ni de neos, como él decía. Pero San Agustín era una de las pocas excepciones. Le consideraba como filósofo (I, 202).

Ana se pone inmediatamente a leer el libro: «Ana leía con el alma agarrada a las letras».el santo «refiere que paseándose él también por un jardín oyó una voz que le decía «Tolle, lege» y que corrió al texto sagrado y leyó un versículo de la Biblia… Ana gritó, sintió un temblor por toda la piel de su cuerpo…»; cree que se le va a aparecer algo, y cuando el pánico la deja, «la pobre niña sin madre sintió dulce corriente que le suavizaba el pecho al subir a las fuentes de los ojos. Las lágrimas agolpándose en ellos le quitaban la vista. Y lloró sobre las Confesiones de San Agustín, como sobre el seno de una madre. Su alma se hacía mujer en aquel momento» (I, 203-204). El modelo de Clarín para crear ese episodio fundamental en la vida de Ana Ozores es lo que dice Santa Teresa en el Libro de la vida:

Como comencé a leer las Confesiones paréceme me veía yo allí. Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón. Estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas y entre mí mesma con gran afleción y fatiga, Vida, 9, 8.

Ana leerá luego otros libros, El genio del cristianismo y Los mártires de Chateaubriand…

Artículo completo en la revista Clarín