Teresa de Jesús protagoniza la portada del número de noviembre/diciembre de la revista El Ciervo.
Con sede en Barcelona, El Ciervo es una revista independiente de opinión y cultura, fundada en 1951. Sus temas son variados y suele abordarlos con ironía (y también con seriedad).
En la sección “Trasfondo”, titulada “Mi Santa Teresa”, se recogen nueve testimonios sobre la santa. Nos los ofrecen:
Francisco Rico
- Josefina Molina
- Rosa Navarro Durán
- Ramón M. Nogués
- Enrique Moreno
- María Meirás A.
- Dolores Aleixandre
- M. Mar Cortés Timoner
- Carlos Eymar.
De ellos, está disponible en la edición online el de Francisco Rico:
Mi santa Teresa
Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española
Sus páginas no siempre fueron fáciles
De fray Luis de León a Javier Marías, el estilo de Santa Teresa ha merecido siempre el supremo aplauso: «es la misma elegancia», «inexplicable capacidad para contar lo que no es contable». No seré yo quien disienta, pero como filólogo y lector me parece necesario agregar dos matices a los elogios unánimes. Uno es que las páginas de la santa no son siempre fáciles, en especial porque a menudo tienden a jadear y atropellarse antes que a fluir: los componentes de la frase se le presentan a Teresa todos simultáneamente –se diría – , y ella suele ensartarlos como buenamente puede, sin que la sintaxis llegue a articular la instantaneidad o el ritmo vertiginoso del pensamiento.
Afortunadamente, disponemos por fin de una rigurosa edición crítica del Libro de la vida (en la «Biblioteca Clásica» de la Real Academia Española), cuya puntuación y comentarios allanan el camino en gran medida. El otro matiz, más personal, es que el gran atractivo de la prosa teresiana consiste para mí en el esfuerzo que con frecuencia implica. «Este lenguaje de espíritu –confiesa la autora en una ocasión– es tan malo de declarar a los que no saben letras, como yo, que… podrán ser las menos veces acierte… Servirá de dar recreación a Vuesa Merced de ver tanta torpez». Opino que el auténtico éxito de Teresa es precisamente la «torpeza» con que ensaya hacer hablar a su espíritu, sin llegar a conseguirlo, pero permitiéndonos captar perfectamente cuál es la meta a que tiende, por qué es inaccesible, quién la persigue. El éxito de Teresa está en habérsenos puesto ante los ojos tan verdadera, inolvidablemente, que su mismo fracaso literario es parte para leerla y admirarla. Aquella alma inmensa, desmesurada, tan libre y tan sumisa, «llama de amor viva», no puede contemplarse con los frívolos anteojos de la literatura. Sería un pecado mortal, y el Señor iba a demandárnoslo.
Revista El Ciervo nº 749 / Noviembre-diciembre 2014.