Ventajas y beneficios de estar con el Señor


castillo de priegoMás de una vez he recibido la instrucción o enseñanza de que Dios tiene en cuenta los ratos en los que se está a solas con El, aunque nos encontremos con mil enredos, preocupaciones, dificultades, nerviosismos y pensando en las musarañas o en la  luna de Valencia. Y aunque cuando nos distraemos, parece que hemos perdido el tiempo, en esta relación personal y divina, sin embargo, parece que tales desvíos no le preocupan tanto a Dios, sino  a las cábalas, por nuestra parte, en que creemos que ni hace, ni consigue, ni alcanza, ni logra nada en esa soledad, quietud o compañía el alma o la persona, donde aparentemente no ve a nadie. En definitiva, que es inútil dedicar tiempo al Señor y peor aún, muchos ratos dedicados a Él, mayor pérdida; y que eso, por tanto,  para nada sirve.

He visto personas que entran en el templo, capilla o sencillamente en un lugarcito solitario de su casa, sala de estar, cocina, terraza, huerto…y gozan estando a solos con el Señor. Si es ante el sagrario, mejor. Las he visto muchas veces; y tanto es así que se puede decir que gozan la soledad o el estar a solas; soledad a la que no les tienen miedo a estos espacios, que encuentran seguridad en ese estar con el Señor al que acompañan. Y se les sosiega el pensamiento, el mismo que no se puede dominar ni sujetar; antes bien, se suaviza, tranquiliza y equilibra. Es más, se serena, también, el cuerpo. Se domina y se puede afirmar con el libro de los Samos: “mi carne descansa serena”.

Como por arte de magia comienza el organismo a tener nuevas dimensiones sensitivas, el cuerpo se armoniza y sin saber cómo arrancan a sonar las tripas. A ese sonido de las tripas se llama en castellano «borborigmo», que muchos no soportan, ni transigen y se avergüenzan de tales movimientos interiores. La dimensión exterior manifestada en el cuerpo empieza a notarse interiormente, y a gozar de la tranquilidad y pacificación, esto es, el bien exterior redunda en el interior. Dicen en la sabiduría popular que las tripas suenan por tres cosas: hambre, sueño y ganas de ver al dueño. Quizás si le ponemos “dueño” con mayúscula, en el tema oracional, acertamos. Este modo de ver no lo he encontrado en internet ni en ninguna parte. Para nuestro pensamiento, el correr de las tripas nos habla de la armonía y pacificación, de la tranquilidad, sin alteración y bienestar osmático y espiritual.

A veces, con esta costumbre de soledad la persona se duerme. Casi conviene recordar aquello de que dormir bien es un sueño. Pues aquí se presenta la evidencia, esa paz para coger el sueño, aunque no se quiera ni se pretenda: un buen sueño. ¡Con las personas que no pueden dormir! ¡Con las personas que se pasan en vela tantos y tantos ratos! Aquí se manifiesta la calma de tal forma que se coge el sueño sin pensar, sin pastillas ni somníferos. Y lo curioso es que el sujeto se molesta por haberse dormido sin querer; no cabe duda que se duerme uno en el Señor.

Con este estilo se observa que se pasa el tiempo volando. Nada de tedioso o pesado, nada de cuesta arriba o aburrimiento por esa soledad. Cuando menos acuerda uno, ya ha llegado la hora de cambiar de actividad, de dejar la soledad o la compañía de la persona a la que se ama.

Se da el caso que, a veces es imposible estar con él, me refiero al Señor, por la intranquilidad, tensión, vergüenza y dar en rostro la historia personal por las fechorías, sabandijas, ponzoña (que diría santa Teresa de Jesús) y suciedad del alma; desea uno volver cuanto antes a la humildad y confesión para gozar de la vida, del Señor: recomponiendo el bien de la persona.

Siempre se me viene a la memoria una señora, de una gran experiencia vivencial de las cosas de Dios, en un pueblo cordobés. Había tenido 12 partos y criado 9 hijos. Su vida había sido un no parar de trabajar, siempre en su casa, en el asunto del hogar y la crianza de los niños. Sin embargo, siempre recibió la sagrada comunión cuando tocaban las campanas para misas, novenas, rosarios, vísperas, avemarías… Sus hijos la acompañaban y recogían del templo; en sus últimos años ella sola no podía caminar sin apoyo en largos tramos. Al entrar en la iglesia le preguntaba uno de sus hijos por sus dolores, a lo que ella respondía con sosiego: “en la iglesia se me quitan todos los dolores”, “aquí no me duele nada”. Se comprende que el gusto por las cosas del Señor y por Él mismo, supera y vence el dolor, el olvido de sí, digo yo. De esto nos podrían hablar bien todos los mártires.

Poco a poco se coge el temple, estilo, maneras del Señor al estar muchas veces con El. Esto puede parecer extraño, pero observamos en el verano y en nuestras tierras cómo vienen las personas de morenitas y tostaditas al regreso de la playa, tras los baños no solo de agua sino de sol. Terminan con el dorado apetecible y con ese color reluciente del astro mayor. Esto se ve con facilidad, como cuando dos personas duermen juntas, que se apostilla:”dos que duermen en un colchón, se vuelven de la misma opinión”. Pues estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama; se vuelve uno del estilo, temple y condición de aquel a quien se ama y se le acompaña desde la soledad. De esta forma obra uno como Dios, cosa rara pero así es; como decimos en el “padrenuestro”: así en la tierra como en el cielo.

Fr. Francisco Víctor López Fernández, OCD

Publicado por Baeza Comarcal, nº 27, 2014, p. 5


3 respuestas a “Ventajas y beneficios de estar con el Señor

  1. Me ha gustado mucho este comentario.Algunas veces no reconocemos las cosas pequeñas en que Su Majestad trabaja. Sea Él bendito por siempre.gracias por este espacio. Lo disfruto y aprendo mucho.

    1. Muchas gracias por visitarnos y dejar este comentario tan amable. Nos alegra saber que este blog sirve para acercarnos a esta gran mujer, Teresa, de quien siempre aprendemos.Un saludo muy cordial.

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