Los músicos amamos el silencio, como parte de la música que es. Por eso, para nosotros y para los amantes de la música, la visita al Monasterio de la Encarnación debería ser inexcusable. La tranquilidad y paz es reconfortante en ese lugar, por eso no nos debe resultar extraño que Teresa de Jesús mantuviera allí altas experiencias espirituales.
Etimológicamente hablando, Silere en latín significa estar callado, y es estando callado cuando solo es posible atender a lo que usualmente se nos “escapa” en este mundo de ruidos, si bien es cierto que el silencio absoluto no existe. Recordemos la experiencia del revoltoso compositor John Cage —urdidor de diabluras según Alex Ross— cuando se introdujo en la cámara anecóica (caja diseñada especialmente para absorber el sonido anulando los efectos de eco y reverberación del sonido) de la Universidad de Harvard. Al entrar escuchó dos sonidos, uno grave y otro agudo. Ya fuera, intrigado, preguntó al ingeniero responsable qué eran, siendo una cámara tan silenciosa, a lo que el ingeniero respondió: “el grave es la circulación de su sangre y el agudo su sistema nervioso”. Otro ejemplo de más fácil comprobación es sencillamente taponarnos los oídos, si bebemos un vaso de agua oiremos el transcurrir de esta hacia nuestro interior e incluso podemos escuchar el ritmo del latir de nuestro corazón o nuestra respiración. El sonido siempre existe, el concepto de silencio podemos decir que es una sensación subjetiva.
El silencio en música es importantísimo; equivale a respirar sobre todo para separar frases musicales, ya sea una pausa cargada de intención para crear expectativas, interrumpir, una respiración para reclamar nuestra atención… a este recurso, junto a otros creadores de emociones en el período barroco, se les llamó teoría de los afectos —iniciados en la parte vocal, luego pasaron a la instrumental para dotar a la música de mayor expresividad— e incluso en la tradición musical francesa del S.XVIII el silencio fue llamado suspiro.
En las antípodas del silencio está el ruido, que como curiosidad y recordando a Napoleón (discreto entusiasta de la música) dijo que esta “es el menos molesto de los ruidos”. También en el otro extremo, Schopenhauer, por su parte, afirmó: “la sensibilidad de una persona hacia la música varía de forma inversamente proporcional a la cantidad de ruido que puede soportar”. El cultivo de la recepción auditiva, en ocasiones, podría llegar a ser un problema. Los sonidos confusos, con interferencias, inarticulados, o producidos por los demás, son lo opuesto a calma, paz, sosiego y tranquilidad. Una ilustrativa anécdota musical relativa a Manuel de Falla y el ruido, es la de que trabajando D. Manuel en la idea de la Suite Homenajes (en la que aprovecharía la fanfarria en homenaje a Arbós, orquestaría los homenajes a Debussy —guitarra— y a Dukás —piano— y añadiría un movimiento totalmente nuevo en homenaje a su maestro a Felipe Pedrell) y habiéndose retirado a una finca cercana a Granada en la que el ambiente era aparentemente perfecto y los suyos le atendían con esmero… pero a pesar de todo el estado nervioso de D. Manuel crecía, las ranas lo martirizaban con su croar, y la charca, ¡tuvo que ser desecada! Reconozcamos que un ruido continuo no deseado puede llegar a ser realmente insoportable.
Continuando nuestra visita, pasemos a examinar la interesante vitrina donde se encuentran instrumentos de la época de Sta. Teresa y alguno posterior que coinciden en el tiempo con el reinado de Felipe II en el llamado renacimiento musical.
Podemos ver un Salterio, una Guitarra de cinco órdenes dobles, un Bajón, dos Arpas dobles, un Pandero y una Vihuela de arco que a continuación pasaremos a describir.
EL SALTERIO es un instrumento de cuerdas pulsadas, heredero de una cítara, que consistía en una caja de resonancia plana —con uno o varios oídos de roseta— sobre la que se extendían las cuerdas. La cítara, o santir o santur, es de origen caldeo de la civilización Persa. El músico lo toca apoyado contra el pecho, a la manera occidental, ya que por influencia árabe se tocaba ocasionalmente sobre las rodillas. En El Quijote, II, 19, Miguel de Cervantes (1547-1616) escribió: “Oyeron asimismo confusos y suaves sonidos de diversos instrumentos, como de flautas, tamborinos, salterios, albogues, panderos y sonajas”.
LA GUITARRA de cinco órdenes dobles también llamada “española” compuesta nueve órdenes siendo la primera de una sola cuerda llamada prima y las demás dobles según el médico catalán Joan Carles Amat (1596) que continúa: “Hallánse no mas de cuatro trastes de necessidad, porque los puntos que se pueden hazer en los demas, tienen la mesma consonancia que tienen los puntos que se hazen con en el segundo, tercero y cuarto”. La obra de Amat trata sobre todo de la utilización como instrumento acompañante y la sencilla técnica fundamental: la música “golpeada” como era llamada por Fray Bermudo, hacer acordes con la mano izquierda y rasguearlos con la derecha en forma no muy distinta a la actual música popular.
EL BAJÓN es un instrumento de viento-madera creado en el Renacimiento. Consiste en un largo tubo de madera y de sección cónica que en uno de sus extremos se inserta un tudel de cobre de forma curva en el que a su vez se inserta una lengueta doble o una caña por la que se hace sonar el instrumento.
Posee agujeros y una par de llaves para facilitar la digitación. El modelo más común reforzaba la línea del bajo (de ahí su nombre) en la tesitura de la polifonía de las capillas renacentistas y acompañando a los salmistas en los oficios eclesiásticos, llegando a su apogeo sobre el año 1600. En el siglo XVII sus funciones fueron asumidas por el fagot aunque mantuvo una larga permanencia y convivió durante siglos con este.
EL ARPA DOBLE —arpa doppia— es un instrumento que consta de dos hileras de cuerdas dispuestas paralelamente, de cuyo conocimiento tenemos noticia apartir del siglo XIV. Una de las hileras citadas es para las notas diatónicas y otras para las cromáticas aunque se le atribuyeron ciertos inconvenientes como menor manejabilidad con respecto al modelo de una sola hilera. Vicenzo Galilei (1520-1591) Claudio Monteverdi (1567-1643) la mencionaron e incluyeron en sus composiciones (Orfeo) e incluso es nombrada en un pasaje de La Dorotea de Lope de Vega (1562-1635). Este instrumento doble desaparecerá en favor del arpa de ganchos y el posterior modelo evolucionado de pedales.
EL TAMBOR es, posiblemente, el mas popular de los menbráfonos. Las formas antiguas castellanas son las de atambor y atamor cuya primera documentación se sitúa en el Poema de mío Cid (s.XII), el Libro de buen amor (1330) del Arcipreste de Hita, El Quijote de Miguel de Cervantes-alternando la voz tambor con la de atambor. En italiano “tamburo” surge a partir del s.XIII y en occitano medieval “tabor” en el XII.
Hecho de madera o metal, hueco, generalmente de forma cilíndrica y cubierto en sus extremos por dos membranas o parches, siendo mas delgada la de la parte inferior. Probablemente de todo el instrumentario musical sea el tambor uno de los elementos de mayor contenido místico-recordemos su protagonismo en las procesiones de Semana Santa-. En Roma fue utilizado en ceremonias civiles y paradas militares en las dos forma de tambor (symphonia el de mayor tamaño y el plano o tympanum). Ya en los albores medievales San Isidoro nos habla también de un tympanum y un pandero. El rey castellano Sancho IV llegó a contar con quince “atamboreros” y fueron pocas las cortes y casas señoriales que no tenían músicos de tambor. Obtuvo una acción preeminente en las acciones bélicas y a partir del siglo XV su presencia se incrementó en los desfiles de infantería para marcar el ritmo mientras que timbales y trompetas eran casi siempre patrimonio de la caballería.
LA VIHUELA DE ARCO, también llamada fídula desde el S.XVI, probablemente tenga sus orígenes en la viola de arco medieval, genuinamente española, es un instrumento anterior al Renacimiento. Instrumento cordófono provisto de mango y resonador tañido con arco o punteado. Denominado así -de arco- cuando fue adaptado para tocarse con un arquillo y que desde el S.XVI fue llamada viola da gamba. Aparece nombrada en textos de tema pastoril y ambientes distinguidos (Jorge Manrique 1440-1479). Sebastián de Covarrubias (1611) se lamentará de que se haya perdido su empleo en favor de la guitarra y señala que “son las que se tañen con arquillo y tiene trastes”.
AL LADO DE ESTA VITRINA HAY OTRA EN LA QUE TAMBIÉN VEMOS DIVERSAS PARTITURAS Y MANUALES SEGÚN DETALLE:
Libro de los responsorios de tinieblas.
Oficio de la Asunción.
Oficio de la Ascensión.
Oficio de S. Juan Bautista.
Manual para las procesiones de difuntos y sepultura.
UN POCO DE HISTORIA
La música renacentista es la música culta europea escrita durante el período del Renacimiento entre los años 1400 al 1600 aproximadamente siendo sus características más notables la textura polifónica que sigue las leyes del contrapunto y que está regida por el sistema modal heredado del canto gregoriano. Las forma musicales más notorias son en el campo religioso el motete y la misa. En el género profano la chanson, el madrigal y villancico, destacando también el ricercare y la canzona en el capítulo instrumental. Algunos de los compositores más importantes son Josquin Desprez, G. Piereluigi da Palestrina, Orlando di Lasso y Tomás Luis de Victoria.
La música litúrgica o sacra (en un contexto moderno pero con origen ancestral) para entender grosso modo su función, posee cuatro facetas principales que deben distinguirse porque cada una tiene su función propia. La primera es la asamblea —participación activa de los fieles—, la segunda los cantores o schola —y que forman parte de la asamblea—, la tercera, los solistas y cuarta, los instrumentos musicales ¾que facilitan y sostienen la interpretación del canto dando mayor unidad a la asamblea.
Los instrumentos participaban, junto con las voces, en la ejecución de la música polifónica, estando perfectamente documentada la presencia de ministriles en las catedrales ibéricas del siglo XVI. Mucha música polifónica se ejecuta de forma únicamente instrumental ya fuera en conjuntos homogéneos —llamados consorts— o sobre instrumentos polifónicos como el órgano, laúd, virginal, arpa, o vihuela en España.
El invento de la imprenta produjo una nueva y rápida difusión de la música culta, también por el ascenso de la burguesía como clase social, la música llegó a ocupar un lugar en el ocio en las clases medias que consumieron literatura musical profana para uso casero de aficionados, e incluso Maquiavelo en su obra El Príncipe aconseja tocar un instrumento musical, así como lo hace Diego Pisador a Felipe II en su libro de música para tañer vihuela, en sus recomendaciones para descansar de sus trabajos de gobierno.
Este artículo es parte de una entrada de Carlokapuscinski’s Blog. Agradecemos cordialmente a su autor la amabilidad de permitirnos reproducirlo aquí.







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