El Carmelo de Teresa, un «portal de Belén»

navidadteresianaMuchas veces he escuchado que el Carmelo Teresiano era como el «portal de Belén«; esto es: Cristo en medio (centro de adoración), a un lado la Virgen María (contemplando a su hijo), a otro lado san José, patriarca de la Iglesia (guardando a la sagrada Familia); y ante ellos los sencillos que van a adorarle (pastores y gentes del campo) y representantes de otras culturas (los magos de Oriente: cf. Mt 2,1) que reconocen el advenimiento del Hijo de Dios (como reza el dicho: de fuera vendrán que el sitio te quitarán…).

Hay tres textos teresianos que hace referencia a esta imagen (propiamente dicha: imagen de pobreza de recursos; imagen de espacio reducido, familiar):

1. «Muy mal parece, hijas mías, de la hacienda de los pobrecitos se hagan grandes casas. No lo permita Dios, sino pobre en todo y chica. Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de BELÉN adonde nació, y la cruz adonde murió. Casas eran éstas adonde se podía tener poca recreación. Los que las hacen grandes, ellos se entenderán; llevan otros intentos santos. Mas trece pobrecitas, cualquier rincón les basta. Si porque es menester por el mucho encerramiento tuvieren campo (y) aun ayuda a la oración y devoción) con algunas ermitas para apartarse a orar, enhorabuena; mas edificios y casa grande ni curioso nada, ¡Dios nos libre! Siempre os acordad se ha de caer todo el día del juicio; ¿qué sabemos si será presto?»(CV 2, 9).

2. «Por mucho que se procuraba, no se halló casa alquilada en todo el lugar; que yo pasaba harto penosas noches y días. Porque, aunque siempre dejaba hombres que velasen el Santísimo Sacramento, estaba con cuidado si se dormían; y así me levantaba a mirarlo de noche por una ventana, que hacía muy clara luna, y podíalo bien ver. Todos estos días era mucha la gente que venía, y no sólo no les parecía mal, sino poníales devoción de ver a nuestro Señor otra vez en el PORTAL. Y Su Majestad, como quien nunca se cansa de humillarse por nosotros, no parece quería salir de él» (F 3, 13, referencia a la fundación de Medina del Campo, Valladolid, 1567).

3. «Primero o segundo domingo de adviento de este año de 1568 (que no me acuerdo cuál de estos domingos fue), se dijo la primera misa en aquel portalito de BELÉN, que no me parece era mejor. La cuaresma adelante, viniendo a la fundación de Toledo, me vine por allí. Llegué una mañana. Estaba el padre fray Antonio de Jesús barriendo la puerta de la iglesia, con un rostro de alegría que tiene él siempre. Yo le dije: «¿qué es esto, mi padre?, ¿qué se ha hecho la honra?». Díjome estas palabras, diciéndome el gran contento que tenía: «Yo maldigo el tiempo que la tuve». Como entré en la iglesia, quedéme espantada de ver el espíritu que el Señor había puesto allí. Y no era yo sola, que dos mercaderes que habían venido de Medina hasta allí conmigo, que eran mis amigos, no hacían otra cosa sino llorar. ¡Tenía tantas cruces, tantas calaveras! Nunca se me olvida una cruz pequeña de palo que tenía para el agua bendita, que tenía en ella pegada una imagen de papel con un Cristo que parecía ponía más devoción que si fuera de cosa muy bien labrada»(F, 14, 6. Se trata de la fundación de Duruelo, primer convento de frailes carmelitas descalzos, con fray Antonio de Jesús Heredia como prior, y con fray Juan de la Cruz -luego santo y doctor de la Iglesia- como vicario; y el hermano Luis de Cristo, del que no sabemos nada más sino que desaparece al poco su rastro [quizá murió por enfermedad]; se funda el 28 de noviembre de 1568).

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