Pedro Paricio Aucejo

Uno de los pensadores más influyentes en el panorama cultural de la España contemporánea –maestro de profesores, guía de filósofos e inspirador moral de nuestra sociedad en los últimos cincuenta años– ha sido José Luis López Aranguren (1909-1996). Su magisterio consiguió transmitir un talante específico ante la existencia. Además de su dedicación a la docencia universitaria, fue un prolífico autor cuyo estilo intelectual logró una personalísima expresión del pensar que, situándose fuera del molde clásico del tratado metafísico imperante en el mundo académico de su época, continuó la tradición española de hacer filosofía desde la reflexión literaria.
Su pensamiento, esencialmente crítico, inconformista y heterodoxo, se desparramó en forma de manuales universitarios y libros de ensayo –considerados básicos para distintas generaciones de estudiosos–, conferencias, ponencias, comunicaciones, artículos de diarios y revistas, documentales, entrevistas…
Su obra, reflejo de su trayectoria personal y siempre en evolución, encierra una heterogénea variedad temática. Inicialmente estuvo impregnada de un catolicismo de sesgo contrarreformista, que sometió a revisión, para transformarlo después en una actitud más centrada en la dimensión sobrenatural de su mensaje y abierta a multitud de expresiones históricas, filosóficas, religiosas y culturales. Así, su producción abarca desde la teología a la literatura, pasando por la filosofía –fundamentalmente la ética–, la sociología, la política, la estética y cualquier otro ámbito que formara parte del universo de intereses del permanente diálogo mantenido por Aranguren con la circunstancia histórica de cada momento. No en balde, en 1995, como reconocimiento al conjunto de esta trayectoria, recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Ávila fue su lugar de nacimiento. Aquí recibió el bautismo en la iglesia de San Juan, en la misma pila que Santa Teresa, de lo que estaba muy orgulloso. Pero para él se trataba de una ciudad de la que, “más que vivir y, desde luego, más que [avecindarse], [había] elegido recordar, visitar, soñar y, un día, ser llevado a reposar”. En ella, por su relevancia pública, se le ha homenajeado y dispone de una calle y de un instituto con su nombre. No es de extrañar, pues, que en 1993 –formando parte de un proyecto editorial de retratos de ciudades en sus momentos de mayor singularidad histórica– viera la luz su obra Ávila de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. No es una guía turística ni un libro de historia en sentido estricto, sino el personalísimo recorrido histórico y sentimental que Aranguren realiza por esa ´pétrea y mística´ ciudad castellana, con la que se sentía particularmente identificado. En esta publicación, apoyándose en la vida y la obra de los dos insignes carmelitas, evoca con íntima interpretación la memoria de sus propias vivencias abulenses.
Por lo que se refiere a Teresa, el filósofo no oculta la alta estima en que la tiene. La considera, junto con Isabel la Católica –nacida en Madrigal de las Altas Torres–, la mujer más eminente y famosa de Ávila y de España. Más aún, su personalidad humana es tan egregia que honra incluso a la humanidad. En cuanto a su obra literaria –que juzga enteramente autobiográfica, confesional y relato de su vida misma–, encuentra como gran mérito lingüístico de la Santa su creación, en el ámbito religioso, de un habla viva y de un lenguaje coloquial no vulgar. Su escritura es intuitiva, expresiva, afectiva, evocativa, metafórica, femenina, improvisada, informal y nada pretenciosamente escrita, mera trasposición del lenguaje hablado de la Castilla y la Ávila de su tiempo y medio social.
Y, en fin, desde el punto de vista del contenido, es digna de reseñar la apreciación de Aranguren de que Santa Teresa no fue mujer de doctrina mística original, sino abierta a muy diversas tendencias y seguidora de la que aparecía como más ortodoxa. Su ímpetu, siempre refrenado, era el del desasimiento total, que le llevaría a vivir conjuntamente la contemplación de Dios y –por ende– la plena actividad en el mundo. En coherencia con esto, sintió la necesidad de emprender la reforma institucional carmelita, movida por la viva sugestión que sobre ella ejercía la forma colectiva de vida espiritual fundamentada en la antigua disciplina monástica de los eremitas del Monte Carmelo de Palestina. Se puede concluir, en síntesis, que el cuidado de la matización doctrinal, los métodos de oración metafóricamente explicados y la belleza y expresividad de la exposición de sus experiencias místicas serían para Aranguren las aportaciones fundamentales de Teresa, la Santa que encontró en Ávila la “proyección física, geográfica, arquitectural y social de su vida en el mundo”.
gracias feliz Pascua
Precioso artículo y sumamente interesante.
Dice Francisco Solís de J. Luis L. Arangúren:
«El frágil cuerpo de Aranguren albergaba una mente llena de energía intelectual, profunda curiosidad por el hombre y el mundo y tanta piedad como respeto por el prójimo. Era lo que se llama un hombre bueno. Se fue como había vivido, con esa discreción y esa modestia que nunca le impidieron ser un valiente del pensamiento y un maestro de la tolerancia. »
Considerado como uno de los intelectuales y pensadores más prestigiosos de la España de los últimos tiempos y más conocido su trabajo sobre San Juan de la Cruz cuya «mística de la soledad» le subyugaba, se agradece mucho este acercamiento tan bien bien ilustrado a Sta. Teresa.
Gracias por el escrito, y gracias por publicar!
Muitas bençâos a todos que trabalham na divulgação da vida de santa Madre Teresa. Glória a Deus !